Artículo: San Josemaría: ¿Un héroe universal?
Al héroe se le conoce como un hombre ilustre por sus hazañas, por sus gestas gallardas, por sus hechos célebres y abnegados por una noble causa. Casi siempre lo determina un acto sublime, una decisión pronta, llena de arrojo, una acción de virtud humana como la valentía. El héroe se constituye así en ejemplo de virtud, en modelo o patrón de civismo, patriotismo, etc.
Los héroes son importantes también porque identifican a una nación y la cohesionan alrededor de su propia historia.
Tuve la oportunidad de seguir con atención el proceso que lleva adelante la Iglesia Católica para declarar la santidad de una persona. Aún cuando la Iglesia es una institución de origen y fines sobrenaturales podría decirse que, en lo que de humano tiene el proceso, es absolutamente profesional, y me atrevería a afirmar que es el trabajo más riguroso, completo, profundo, concienzudo, y seguro que he visto realizar. Tarda por eso muchos años.
El lector se preguntará: ¿Qué tiene que ver el proceso de santificación con los héroes? La declaración de santidad o canonización de una persona significa la afirmación oficial de la Iglesia en el sentido que aquélla está en el Cielo, que goza y gozará por siempre de la visión de Dios. Afirmar algo así de serio y rotundo, no es cosa fácil. Antes de la mencionada canonización existe un estadio previo que se llama beatificación, al que se llega probando indubitablemente que dicha persona ha vivido “heroicamente las virtudes”. No llega a la beatificación un hombre o una mujer que muy loablemente ha realizado una hazaña, o decidido de improviso ofrendar su vida en beneficio del bien común. No. A la beatificación sólo se llega si se prueba plenamente, sin duda, con certeza absoluta que la persona vivió, en grado heroico, todas las virtudes, no una, dos o casi todas, sino el cien por ciento de ellas. Sólo estas personas son dignas de ejemplo público para la Iglesia. No son héroes en una virtud, son héroes en todas las virtudes; varias veces héroes.
Creo que hasta hace poco ha sucedido con los santos lo que aún ocurre con los héroes; que la mayoría son antiguos, pasados, sujetos de la historia, ajenos a la vida agitada de hoy, hombres y mujeres valiosos pero extemporáneos. Ejemplos en teoría, pero inaplicables en la vida diaria, corriente, la de todos los días. Obviamente faltan héroes y faltan santos contemporáneos que sean ejemplo atrayente y vivo.
Sin embargo, en el 2002, hace poco más de veinte años, ocurrió en Roma, en la misma Plaza de San Pedro, un suceso muy importante, sin duda renovador: El Papa san Juan Pablo II canonizó a Josemaría Escrivá de Balaguer, el Fundador del Opus Dei, fallecido apenas en 1975, sacerdote y abogado de profesión. Diez años antes había declarado que vivió las virtudes humanas y cristianas en grado heroico. El documento denominado Decreto sobre la Heroicidad de las Virtudes hace expresa referencia a las virtudes teologales de la fe, esperanza y caridad. Pero el documento Pontificio también declara que Josemaría Escrivá de Balaguer practicó en grado heroico las virtudes de la prudencia, justicia, templanza, fortaleza y “las demás”, en clara alusión a las numerosas y siempre atractivas virtudes humanas, determinando que también supo ser, repito, heroicamente, leal, ordenado, valiente, sincero, fuerte, laborioso, alegre, generoso, etc. Un hombre actual –de nuestro tiempo- digno de imitar, un ejemplo para el cristiano corriente que no busca ni quiere vivir de milagrerías sino de un trabajo noble, realizado ofreciéndolo a Dios, con amor, santificándolo. Este además fue el único mensaje que Josemaría Escrivá de Balaguer difundió con el Opus Dei, la santidad en el trabajo ordinario, el vivir todas las virtudes humanas y cristianas en medio de nuestras actividades diarias.
Josemaría Escrivá de Balaguer fue un héroe en todas las virtudes. A los peruanos nos es especialmente cercano porque vivió unos días entre nosotros. Recorrió las calles de Lima en 1974, hace cuarenta y nueve años, visitó también Cañete y Chosica; habló de la necesidad de vivir las virtudes en grado heroico siempre, en todo momento, como forma de llegar a la santidad cristiana. Muchos peruanos tuvieron la ocasión de conocerle personalmente, de escucharlo directamente, de preguntarle por alguna inquietud, de apreciar su buen humor, su entrega total a su condición sacerdotal. Sólo habló de Dios. Hoy está con El. La Iglesia lo ha puesto como ejemplo para los cristianos de todo el mundo. Este año se cumplen veintiún años de este hecho histórico. Desde entonces a la fecha su mensaje de santidad en la vida ordinaria, familiar, social y laboral, haciendo lo que hacemos siempre, se ha extendido en muchos países, en millares de personas que han encontrado que Dios los quiere y busca donde están; en la cocina de su casa, orientando el estudio de los hijos, cambiando pañales, atendiendo en una ventanilla de banco, sirviendo en un taxi o dirigiendo un país… no importa qué, sino cómo: Ofreciendo ese trabajo a Dios y haciéndolo a con la mayor perfección humana, por amor.
La contemporaneidad de San Josemaría y la actualidad permanente de su mensaje lo hacen atrayente a jóvenes y hombres de toda edad y condición. Un héroe a lo humano y a lo divino. Por algo será que los antiguos paganos llamaban “Héroe” al hijo de una deidad y de una persona humana.
Autor: Henry Bullard Combe, abogado.
Medios Católicos comparte artículos de católicos de todo el mundo.