Homilía del Domingo XXIV del Tiempo Ordinario: Todos apóstoles de Jesús

Desde el momento en que somos llamados a la vida a todos nos asigna Dios, nuestro Padre, una tarea importante: ser los apóstoles de su Hijo.

Nuestra vida tiene una misión y un sentido. Una vez más reflexionemos sobre el trabajo que tenemos como cristianos: ser discípulos y misioneros de Jesús. Siempre aprendiendo y siempre evangelizando, para que todos reciban los sacramentos y puedan ser así hijos de Dios.

  1. Isaías

El profeta nos propone hoy un modelo que siempre será válido, el del siervo del Señor, descrito por Isaías en su “tercer canto”:

“El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo para poder decir al abatido una palabra de aliento”.

Además, “El Señor Dios me abrió el oído para que escuche como los discípulos”.

De esta forma está claro que el discípulo siempre tiene que aprender para poder anunciar el mensaje de Dios.

Así el siervo superó todas las dificultades que le salieron al paso y cumplió su misión.

También a todos nosotros nos preparó el Señor con el bautismo, con el que vienen las virtudes teologales, para conocer y vivir para Dios y, al mismo tiempo, cumplir la misión de evangelizar a todos los hombres según el mandato de Jesús.

  • Santiago

El apóstol nos enseñó cómo tenemos que vivir estas virtudes que Dios nos regala y, refiriéndose en concreto a la fe, nos pide que la vivamos intensamente.

No se trata de una fe teórica sino de una fe viva y activa. Deben ir juntas la fe y las obras. Y según su interesante manera de enseñar, nos presenta una comparación que equivale a describir dos formas de actuar.

Uno cumple las obras de misericordia y le dice a otro: yo te muestro mi fe actuando. Tú, ¿cómo me muestras tu fe si no cumples las obras en que dices que crees?

Muéstrame que tú tienes fe si no cumples lo que crees.

Recuerda siempre:

“¿De qué sirve a uno decir que tiene fe si no tiene obras?”. Las dos cosas van siempre unidas: fe y obras. “La fe sola está muerta”.

  • Salmo 114

El apóstol debe “caminar en presencia del Señor en el país de la vida” porque donde está Él está la vida.

Y tú debes estar siempre con Dios.

A continuación el salmo nos habla de algunas facetas del amor del discípulo al Señor:
“Amo al Señor porque escucha mi voz suplicante, porque inclina su oído hacia mí el día que lo invoco.

El Señor es benigno y justo. Nuestro Dios es compasivo… Estando yo sin fuerzas me salvó”.

  • Verso aleluyático

Todos solemos gloriarnos en algunas personas o cosas.

San Pablo nos advierte quién tiene que ser el motivo de nuestra felicidad y nuestra meta cristiana:
“Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz del Señor, en la cual el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo”.

  • Evangelio

Nos puede parecer que son demasiadas las veces que la liturgia nos presenta el evangelio de hoy a lo largo del año. Jesús pregunta a los discípulos qué dice la gente de Él y, lo más importante, qué dicen ellos mismos de Jesucristo.

Pero yo creo que cada uno de nosotros diariamente debía hacerse las dos preguntas: ¿Qué dice la gente de Jesucristo?, para ver si les anunciamos el evangelio y cada vez son más los creyentes.

Y preguntarnos también ¿quién es Jesús para mí?, porque la verdad es que somos tan volubles que es conveniente renovar cada día nuestra fe y amor en Él, para que Jesús sea siempre el primero en todo día a día.

Esa es la fidelidad que Dios espera de cada uno de nosotros.

José Ignacio Alemany Grau, obispo