Para nosotros la luz es algo definitivo y necesario para todo. Sin ella moriríamos inexorablemente porque es fuente de vida y energía.

En varios momentos de hoy la liturgia nos hablará de la luz.

Por nuestra parte, recordemos las manifestaciones de Jesús y de la Iglesia que nos enseñan el camino de la segunda vida, la vida eterna.

  1. Isaías

El profeta nos habla de la caridad que traerá el Señor cuando venga con su mensaje divino. El párrafo de hoy lo podemos dividir en dos partes.

+ El primero nos habla de la presencia de la luz:

«El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande. Habitaban tierra de sombras y una luz les brilló».

+ La segunda parte nos habla del fruto que produce esa luz divina, fruto que no ha pasado, sino que tiene que repetirse siempre que la luz auténtica llegue hasta nosotros:

«Acreciste la alegría, aumentaste el gozo. Se gozan en tu presencia».

Y ahora el profeta compara la luz de Dios con la alegría que produce el poder segar las mieses que se sembraron con sacrificio:

«Como gozan al segar, como se alegran al repartirse el botín».

  • Salmo 26

«El Señor es mi luz y mi salvación».

Esa presencia de Dios, a quien compara el salmista con la luz, es la que da seguridad a nuestra vida:

«¿A quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?»

Y en una confiada petición, añade:

«Una cosa pido al Señor: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida y gozar de la dulzura del Señor».

El salmo termina invitándonos a todos: «Espera en el Señor, sé valiente. Ten ánimo, espera en el Señor».

  • San Pablo

Es interesante admirar cómo las cosas se repiten a través de los siglos, porque los hombres podemos creernos muy distintos, unos de otros, pero en realidad somos iguales: una unidad de cuerpo y alma, materia y espíritu.

En el caso concreto, Pablo se preocupa por las divisiones que encuentra entre los corintios, a los que dice:

«Poneos de acuerdo y no andéis divididos».

Y les pide: «Estad bien unidos con un mismo pensar y sentir», es decir, como fue invitada a vivir la primera comunidad cristiana, según los Hechos de los apóstoles.

A continuación, Pablo los corrige con valentía, diciendo:

«Andáis divididos diciendo: “Yo soy de Pablo, yo soy de Apolo, yo soy de Pedro, yo soy de Cristo”».

Esto es lo que nos divide también ahora entre los que seguimos a Jesús. Es un grave error vivir en división.

Ya nos advertía el Papa Benedicto XVI que la Iglesia no es una serie de partidos, como puede ser la política o distintos clubes humanos. Jesucristo tiene que ser el vínculo de unidad para todos.

Pablo nos da el camino seguro que es el que él ha seguido todo el tiempo.

El apóstol termina diciendo:

«Cristo no me envió a bautizar si no a anunciar el Evangelio y no con sabiduría de palabras para no hacer ineficaz la cruz de Cristo».

Con estas palabras Pablo no quiere decir que no bautice porque poco antes, en el mismo capítulo (1Co 1,13-15) menciona un grupo de personas bautizadas por él; sino que en ese momento se refiere al anuncio del Evangelio que él hace evitando atraer hacia sí a sus oyentes a quienes desea conducirlos a la cruz de Cristo y no hacia su persona.

Para evitar esos partidismos se dedica sobre todo a evangelizar.

  • Verso aleluyático

Nos recuerda lo que hizo Jesús y lo que debemos hacer sus seguidores: proclamar el Evangelio del Reino:

«Jesús proclamaba el Evangelio del reino curando las dolencias del pueblo».

Nosotros evangelicemos siempre y curemos los cuerpos, en la medida de lo posible, pero sobre todo invitemos a las almas a la confesión para una conversión auténtica.

  • Evangelio

Tiene dos partes totalmente distintas.

+ En la primera San Mateo nos habla de la salida de Cristo misionero a evangelizar por los distintos pueblos. El resumen de su predicación es:

«Convertíos porque está cerca el reino de los cielos».

Tengamos siempre presente en nuestro anuncio las dos partes: conversión y reino de los cielos (San Mateo es el único que habla del «reino de los cielos», los otros sinópticos hablan del «reino de Dios». Evidentemente se trata de la misma realidad).

+ En la segunda parte, Jesús va completando el número de sus apóstoles: primero se encuentra con Pedro y su hermano Andrés y les invita: «Venid y seguidme y os haré pescadores de hombres».

Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.

Poco después encuentra a los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan y «los llamó también». Y los dos «dejando la barca y a su padre lo siguieron».

En el mensaje bíblico de este día aprendamos a seguir con valentía a Jesús proclamando el reino y la conversión, como lo hizo Él.

José Ignacio Alemany Grau, obispo

Para nosotros la luz es algo definitivo y necesario para todo. Sin ella moriríamos inexorablemente porque es fuente de vida y energía.

En varios momentos de hoy la liturgia nos hablará de la luz.

Por nuestra parte, recordemos las manifestaciones de Jesús y de la Iglesia que nos enseñan el camino de la segunda vida, la vida eterna.

  1. Isaías

El profeta nos habla de la caridad que traerá el Señor cuando venga con su mensaje divino. El párrafo de hoy lo podemos dividir en dos partes.

+ El primero nos habla de la presencia de la luz:

«El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande. Habitaban tierra de sombras y una luz les brilló».

+ La segunda parte nos habla del fruto que produce esa luz divina, fruto que no ha pasado, sino que tiene que repetirse siempre que la luz auténtica llegue hasta nosotros:

«Acreciste la alegría, aumentaste el gozo. Se gozan en tu presencia».

Y ahora el profeta compara la luz de Dios con la alegría que produce el poder segar las mieses que se sembraron con sacrificio:

«Como gozan al segar, como se alegran al repartirse el botín».

  • Salmo 26

«El Señor es mi luz y mi salvación».

Esa presencia de Dios, a quien compara el salmista con la luz, es la que da seguridad a nuestra vida:

«¿A quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?»

Y en una confiada petición, añade:

«Una cosa pido al Señor: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida y gozar de la dulzura del Señor».

El salmo termina invitándonos a todos: «Espera en el Señor, sé valiente. Ten ánimo, espera en el Señor».

  • San Pablo

Es interesante admirar cómo las cosas se repiten a través de los siglos, porque los hombres podemos creernos muy distintos, unos de otros, pero en realidad somos iguales: una unidad de cuerpo y alma, materia y espíritu.

En el caso concreto, Pablo se preocupa por las divisiones que encuentra entre los corintios, a los que dice:

«Poneos de acuerdo y no andéis divididos».

Y les pide: «Estad bien unidos con un mismo pensar y sentir», es decir, como fue invitada a vivir la primera comunidad cristiana, según los Hechos de los apóstoles.

A continuación, Pablo los corrige con valentía, diciendo:

«Andáis divididos diciendo: “Yo soy de Pablo, yo soy de Apolo, yo soy de Pedro, yo soy de Cristo”».

Esto es lo que nos divide también ahora entre los que seguimos a Jesús. Es un grave error vivir en división.

Ya nos advertía el Papa Benedicto XVI que la Iglesia no es una serie de partidos, como puede ser la política o distintos clubes humanos. Jesucristo tiene que ser el vínculo de unidad para todos.

Pablo nos da el camino seguro que es el que él ha seguido todo el tiempo.

El apóstol termina diciendo:

«Cristo no me envió a bautizar si no a anunciar el Evangelio y no con sabiduría de palabras para no hacer ineficaz la cruz de Cristo».

Con estas palabras Pablo no quiere decir que no bautice porque poco antes, en el mismo capítulo (1Co 1,13-15) menciona un grupo de personas bautizadas por él; sino que en ese momento se refiere al anuncio del Evangelio que él hace evitando atraer hacia sí a sus oyentes a quienes desea conducirlos a la cruz de Cristo y no hacia su persona.

Para evitar esos partidismos se dedica sobre todo a evangelizar.

  • Verso aleluyático

Nos recuerda lo que hizo Jesús y lo que debemos hacer sus seguidores: proclamar el Evangelio del Reino:

«Jesús proclamaba el Evangelio del reino curando las dolencias del pueblo».

Nosotros evangelicemos siempre y curemos los cuerpos, en la medida de lo posible, pero sobre todo invitemos a las almas a la confesión para una conversión auténtica.

  • Evangelio

Tiene dos partes totalmente distintas.

+ En la primera San Mateo nos habla de la salida de Cristo misionero a evangelizar por los distintos pueblos. El resumen de su predicación es:

«Convertíos porque está cerca el reino de los cielos».

Tengamos siempre presente en nuestro anuncio las dos partes: conversión y reino de los cielos (San Mateo es el único que habla del «reino de los cielos», los otros sinópticos hablan del «reino de Dios». Evidentemente se trata de la misma realidad).

+ En la segunda parte, Jesús va completando el número de sus apóstoles: primero se encuentra con Pedro y su hermano Andrés y les invita: «Venid y seguidme y os haré pescadores de hombres».

Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.

Poco después encuentra a los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan y «los llamó también». Y los dos «dejando la barca y a su padre lo siguieron».

En el mensaje bíblico de este día aprendamos a seguir con valentía a Jesús proclamando el reino y la conversión, como lo hizo Él.

José Ignacio Alemany Grau, obispo