Homilía del IV Domingo de Adviento: La Virgen dijo Sí a Dios: ¡Y el Verbo se hizo carne!

El Adviento camina hacia el fin. Mañana mismo es Navidad.

Hoy la liturgia nos hace revivir las maravillas que vivió la humanidad en torno al nacimiento de Jesús.

Preparémonos con alegría para celebrar el cumpleaños de nuestro Señor Jesucristo.

  • Libro segundo de Samuel

David llega a su plenitud como rey y tiene un palacio para sí y se compara con el arca de la alianza que sigue en una tienda de campaña.

Le dice al profeta que quiere hacer un palacio también para el arca del Señor. Aunque al principio el profeta Natán le dice que sí, muy pronto regresa para decirle que Dios no quiere todavía el templo para el arca de la alianza. Le corresponderá a su hijo hacerlo.

Por su parte, Dios le hace las grandes promesas al rey David que será su predilecto, a pesar de las debilidades que cometió.

  • Salmo 88

Dios hace alianza con David para siempre.

El plan de Dios se realizará en un descendiente suyo que vendrá después de mucho tiempo, ya que los descendientes inmediatos de David fueron infieles a Dios.

Veamos la promesa que se cumplió primero en David y después se cumplirá en el hijo de la Virgen María.

En Jesús se realizará la promesa definitiva y «su reino no tendrá fin»:

«Sellé una alianza con mi elegido, jurando a David mi siervo: te fundaré un linaje perpetuo, edificaré tu trono para todas las edades. Él me invocará: tú eres mi padre, mi Dios, mi roca salvadora. Le mantendré eternamente mi favor y mi alianza con él será estable».

  • San Pablo

Terminada su profunda y preciosa Carta a los Romanos, Pablo tiene una larga doxología (palabras de alabanza) al Dios único para glorificarlo por la obra de la redención que estuvo mucho tiempo en secreto y que ahora, por medio de Jesucristo, se ha revelado a todos los hombres sin distinción, por tanto, incluyendo también a los gentiles.

Glorificamos a la Santísima Trinidad y le pedimos la fortaleza para mantenernos en el gran secreto de la salvación que ya conocemos gracias a Jesús.

Debemos permanecer en eterna gratitud porque hemos nacido cuando ya hemos sido testigos de la salvación en Cristo Jesús.

Ahora tenemos todos los medios para salvarnos que no tuvieron las anteriores generaciones, especialmente la Palabra de Dios y los sacramentos.

  • Verso aleluyático

Nos recuerda la clave de la santidad de María que fue cumplir la voluntad de Dios y que es para nosotros la gran enseñanza de nuestra Madre del cielo:

«Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».

  • Evangelio

El amor de Dios quiere acoger a la humanidad y salvarla. Para eso inventa una realidad nunca imaginada: hacerse hombre y con esta naturaleza humana, unida a la suya, ofrecerse Él mismo al Padre para salvación de todos.

Con una delicadeza infinita, respetando al máximo la libertad de la mujer escogida y preparada con grandes privilegios, le envía un ángel para preguntarle si está dispuesta a ser su madre.

Además, le hace un regalo precioso: le ofrece la maternidad sin perder la virginidad.

Ante esta delicadeza y ternura de Dios la virgencita de Nazaret no tiene más que una palabra de humildad:

«¡Aquí está la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra!»

Terminamos con unas palabras de gratitud en este tiempo de Navidad. Agradecemos en primer lugar al Padre Dios que nos dio a su Hijo y a la Virgen María que aceptó ser su Madre para que pudiera unir la divinidad a la humanidad.

Gracias al Padre, gracias a María y gracias a todos los que hemos recibido la fe y podemos sentirnos bendecidos y felices en esta nueva Navidad, un cumpleaños más de Jesús:

¡Feliz Navidad amigos lectores!

José Ignacio Alemany Grau, obispo