Frecuentemente en la historia de la Iglesia ha habido personas que niegan la existencia del demonio y la realidad de su actividad.

Esto no corresponde a lo que encontramos hoy en la Palabra de Dios.

  • Génesis

Después de haber pecado Adán y Eva, se escondieron. Cuando Dios, como de costumbre, salió a hablar con ellos, preguntó a Adán: «¿Dónde estás?».

La respuesta debió ser muy dolorosa: «Oí tu ruido en el jardín y me dio miedo porque estaba desnudo y me escondí».

Adán había perdido la gracia santificante al pretender orgullosamente quitarle el puesto a Dios y se excusó echándole la culpa a la mujer. La mujer culpó a la serpiente.

El Señor concluyó: «Por haber hecho eso serás maldita entre todo el ganado… Establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya. Ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón».

De esta manera, después de la aparente victoria del demonio, Dios, en su infinita misericordia, abre una esperanza en la noche más oscura del paraíso.

Lo llamamos el «protoevangelio» porque es el primer anuncio con el que Dios asegura la esperanza a la humanidad.

  • Salmo 129

Resulta impresionante si lo leemos desde Adán y Eva, al verse desnudos de la gracia de Dios en el paraíso terrenal:

«Desde lo hondo a ti grito, Señor. Señor, escucha mi voz».

Reconociendo la grandeza del pecado, el salmista comienza a pedir misericordia: «Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?»

Confiando en la misericordia, exclama: «Mi alma espera en el Señor, espera en su Palabra».

Finalmente, hay una invitación a todo Israel para que aguarde la misericordia que viene del Señor y la redención copiosa.

  • San Pablo

Unas recomendaciones del apóstol San Pablo.

Nos invita a vivir con espíritu de fe que se nos ha revelado y, por eso, creemos «que quien resucitó al Señor Jesús también nos resucitará con Él».

Añade Pablo que no debemos desanimarnos y que, aunque nuestro hombre exterior se vaya desmoronando, nuestro interior se debe ir renovando día a día.

Nos invita también a que «no nos fijemos en lo que se ve, sino en lo que no se ve porque lo que se ve es transitorio. Lo que no se ve es eterno».

Finalmente, nos recuerda San Pablo que al «destruirse nuestro cuerpo se va construyendo un sólido edificio, una casa no levantada por mano de hombre y que tendrá una duración eterna en el cielo».

Amigos, vivamos de esta esperanza, la gran virtud que tanto necesitamos.

  • Verso aleluyático

Jesús nos advierte que sí existe la lucha entre el príncipe de este mundo y la obra de Dios, pero advierte que el diablo va a ser echado fuera y Jesús, cuando sea crucificado, atraerá a todos hacia Él: «Ahora el príncipe de este mundo va a ser echado fuera y cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí».

La victoria final siempre será de Cristo.

  • Evangelio

San Marcos nos habla de cómo Jesucristo dejó su pueblo y su familia para evangelizar formando una familia distinta con miras al reino de los cielos.

Desorientados por esto, sus familiares, un buen día, quisieron llevárselo a la casa porque «la gente ni le dejaba comer».

Jesús, sin embargo, sigue fielmente su misión, la nueva familia en la fe, y procura ayudar a todos con numerosos milagros, realizando curaciones y expulsando demonios.

Ante todo esto «los escribas que habían bajado de Jerusalén, decían: “tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios”».

Jesús, valientemente, defiende su apostolado aclarando que, si eso fuera verdad, «Satanás echando a Satanás, sería como un reino dividido que se destruye a sí mismo».

Con estas palabras buscaban ofender a Jesús quien actuaba movido por el Espíritu Santo y les advierte: «Todo se les podrá perdonar a los hombres… pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás. Cargará con su pecado para siempre».

Finalmente, San Marcos añade que la gente que rodeaba a Jesús le gritó: «Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan».

Jesús aprovechó estas palabras para confirmar cómo su actividad busca formar y ayudar a su nueva familia: «Mi madre y mis hermanos… son los que cumplen la voluntad del Padre».

José Ignacio Alemany Grau, obispo