La decisión ética es el sentido de la vida, por Fray Johan Leuridan
A diferencia de la revolución de mayo 1968, el papa Juan Pablo II convocó a un millón de jóvenes en Paris (1998) porque la juventud reclamó un sentido para su vida. El filósofo André Comte-Sponville, ateo, dice que una moral que se limita a denunciar es una moral de gente triste.
En primer lugar, el bienestar material puede ayudar a la liberación del ser humano, pero no la causa por sí mismo, ni siempre la ayuda. Los deseos y necesidades son también espirituales. El importante filósofo Jürgen Habermas, asumió el materialismo histórico de Marx, pero se distanció en temas fundamentales. Marx reduce las relaciones humanas a las fuerzas de producción. Sin embargo, el ser humano no es solo un transformador de la materia sino también una relación con otras personas. Esta relación no se puede realizar desde la técnica sino desde la comunicación o la moral. Marx fue incapaz de construir un modelo teórico que aclara la interdependencia de ambas dimensiones.
Por autoreflexión, llamada la conciencia, podemos descubrir en nosotros la existencia de los valores. Los fines, ideales o valores juegan el mismo papel que los principios en las ciencias. Los valores son los criterios básicos de orientación para las decisiones prácticas sobre la vida: la justicia, la fortaleza, la templanza, el agradecimiento, la lealtad, la solidaridad, el perdón, la misericordia etc. La libertad responsable implica cultivar en nosotros estos valores para que podamos establecer buenas relaciones con los demás. Estas relaciones son las ligaduras entre los seres humanos y permiten encontrar el sentido de la vida. Aristóteles dice que el matrimonio es agradable cuando hombre y mujer tengan dignidad, es decir, practican los valores.Ellos son el resultado de una decisión libre, pero la libertad necesita una convicción. La convicción no existe por si misma, ha de ser conquistado siempre de nuevo. El ser humano debe renovar siempre su fe en los ideales o valores para adquirir la convicción que orienta su libertad hacia el bien. La persona que siempre opta por el bien adquiere una actitud correcta, es decir, el valor se vuelve costumbre o virtud. Es la persona confiable. La virtud ejemplar de los gobernantes es esencial porque nos impulsa a amar e imitar a quienes creemos que practican las virtudes. La ley coacciona a la libertad, pero el ejemplo transforma el corazón. En el caso contrario, el pueblo puede imitar el mal ejemplo de las autoridades y la corrupción se extiende a muchos.
En segundo lugar, el sentido de la vida no se logra por cualquier relación con la materia. El progreso científico y tecnológico favorece a la humanidad, pero puede también voltearse en contra de los seres humanos. Está amenazando la existencia misma del ser humano porque falta la conciencia ética del daño ocasionado por la tecnología. La corrupción es un grave problema. ¿Cuanto dinero de individuos de todos los países está colocado en los paraísos financieros sin pagar impuestos? ¿Cuanto dinero desaparece en la corrupción de los contratos y compras? ¿Cuánto dinero se invierte en armamento? ¿Cuánto dinero se invierte en viajes inútiles al espacio? ¿Una autoridad corrupta hará la correcta distribución de la riqueza? El origen y fin del Estado es la justicia y la justicia es de naturaleza ética. No se puede resolver los problemas sólo con promulgar leyes y normas. Se necesita la práctica de los valores porque ellos abarcan también las macrorelaciones políticas y los grandes mecanismos productivos, financieros y comerciales. Toda decisión económica tiene consecuencias de carácter moral.
Teólogo, filósofo y escritor. Padre Prior de la Basílica y Convento del Santísimo Rosario de Lima.