La Virgen fue una creyente como nosotros. Sin embargo, Dios la escogió porque tenía una gran disponibilidad para escuchar a Dios. María fue un ejemplo de fe. Creyó en el mensaje del Ángel Gabriel sin entender toda la profundidad. Jesús tampoco anticipó su futura misión. Ella tuvo el embarazo sin conocer un hombre y después durante su vida María vivió la dificultad de creer cuando el hijo, en el templo en Jerusalén, decía a sus padres que su sitio era en el templo (Lucas, 2, 49), cuando los familiares decían que ÉL está loco (Marcos, 3, 21),  cuando su madre y familiares lo llamen, Él contesta en público“ quien hace la voluntad de Dios es hermano mío y hermana y madre” (Mateo, 12,49-50),  cuando lo llamaron borracho porque tenía comía con recaudadores y pecadores (Lucas, 7, 34), cuando lo “empujaron fuera del pueblo hasta el barranco ( Lucas, 4, 29), cuando unos fariseos y sabios decían: Está poseído por Beelzebul, jefe de  los demonios (Marcos, 3,22). Jesús maldice a los fariseos: ¿Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, que son unos hipócritas! Ustedes cierran a la gente el Reino de los cielos. No entran ustedes, ni dejan entrar a los que querrían entrar (Mateo, 23, 13) Finalmente, su Hijo es detenido, juzgado, obligado a una vía crucis y muere en la cruz. Simeón había dicho a María en el templo: “mientras a ti una espada te atravesará el alma” (Lucas, 2, 35).

Cuantas angustias habrá pasado María. La llaman la Virgen dolorosa en la liturgia. La gracia del Espíritu Santo permite a María comprender que se trata de un misterio donde Dios decide. Dios dijo una sola vez en el antiguo testamento quien era: “Yavé, Yavé es un Dios misericordioso y clemente, lento a la cólera y rico en amor y en lealtad” (Éxodo, 34,6). María recuerda esta misericordia “El poderoso ha hecho grandes cosas por mi: ¡Santo es su Nombre! Dios muestra su misericordia siglo tras siglo a todos aquellos que viven en su presencia… exaltó a los humildes, colmó a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías… Socorrió a Israel su siervo, se acordó de su misericordia… (Lucas, 1, 50, 54). María se llama la esclava que ha encontrado la misericordia de Dios.

Ella supo aceptar las decisiones de Dios. Leemos en el evangelio que guardaba todo en su corazón. Ella entiende que debe confiar en el misterio de Dios. Cuando Jesús dice que ella no es madre, María sabe que Cristo es la verdad para todos.

Las oraciones en la liturgia del Adviento y de la Navidad demuestran el rol importante que tiene la Virgen María en el acontecimiento del nacimiento del Salvador, aunque no aparece tanto como en el mes de mayo donde existe la preocupación por las misas, las peregrinaciones, el adorno de las imágenes de la Virgen, etc.

Sin embargo, Navidad es también la fiesta principal de la Virgen.

La mayor atención se centra en el niño Jesús, el Mesías cuyo llegado se está esperando hace siglos. Él dará sentido a la vida de todos. Sin embargo, no se puede entender Navidad sin la presencia de la Virgen. No se puede separar el niño de María. El sentido principal de la Virgen es su maternidad divina. Cristo, el Salvador, segunda persona de la Trinidad, ha nacido de la Virgen. Ella es la madre de Dios, pero Ella es parte de la Iglesia. Estuvo con los apóstelos cuando Cristo, el resucitado, fue a saludarlos. Ella colabora en la salvación que Cristo trae a la humanidad. Ella es un ejemplo para todos. Lo que Cristo es para ella, es un modelo para nosotros. “Todas las generaciones te proclamarán bienaventurada”. Ella dio su Hijo a la Iglesia y al mundo. Admiremos este gran misterio. El Hijo de Dios, en su integridad, ha pasado totalmente del corazón del Padre, al seno de María, y desde el seno de María, está en la unidad de la Iglesia.

Resumimos toda la tradición de elogios a la Virgen con esta frase de uno de sus autores: “Puesto que es verdad que la Santa Iglesia es la amada Esposa de Jesucristo, que le habla en el sagrado Cantar, y que incluso todas las almas que forman parte de esta Iglesia le pueden hablar como el todo, del que ellas son una parte, es, pues, muy cierto que la Santísima Virgen, que es la primera y la más noble de todas las almas que componen la Iglesia, la que por sí sola vale más, la que es más amada de Dios y más favorecida por sus gracias que toda la Iglesia junta, es verdaderamente a esta querida Esposa, a esta paloma, a esta única, a esta incomparable, a la que se refiere particularmente todo el sagrado Cantar de los Cantares”. Este cántico de amor es ante todo, el cántico de María. Ella no hace desaparecer la gloria de sus hijos sino ella aumentará en gran medida el esplendor de los elegidos, como decía Teresa del niño Jesús.

Benedicto XVI decía: La Virgen María es la principal intercesora que puede ayudarnos a formar en nuestro interior, con la gracia de Dios, una conciencia siempre abierta al amor, a la verdad y a la justicia.

Todos los Papas nos dan el ejemplo del rezo diario del Rosario.