Para una vida eclesial viva en la post-pandemia COVID-19. Un kairos eclesial
P. Joseph Fils Mballa, SAC*. Sin duda, la pandemia de Covid-19 no es la primera que ha debido afrontar la Iglesia. Nuestra Madre la Iglesia, tiene una larga tradición de pandemias durante su evolución histórica, un poco como Israel con las invasiones, las deportaciones, la destrucción del Templo, etc. Una mirada rápida a la historia de los siglos pasados, ayuda a comprender cómo la dramática situación que estamos viviendo, a causa de las miles de víctimas muertas a causa del virus, alcanza también a la vida ordinaria de las comunidades cristianas, puesto que no es la primera vez que sucede. Los papas y obispos a lo largo de los siglos han promovido medidas extraordinarias para evitar contagios y repartir con fuerzas nuevas y inéditas. Por ejemplo, durante la “peste” de 1656, el papa Alejandro VII y el cardenal Carlos Borromeo, santo arzobispo de la diócesis de Milán en Navidad de 1576. Pero a diferencia de Israel, la Iglesia siempre ha leído estas numerosas pandemias desde una perspectiva pedagógica y teológica: una pandemia es crisis, pero es un kairos según la terminología de san Pablo, es decir tiempo favorable de discernimiento y elección, oportunidad de crecimiento, refundación, un nuevo comienzo, profundización y fortalecimiento de la fe; en fin, un momento propicio, un kairos.
El Catecismo de la Iglesia Católica afirma que «el tiempo presente es el tiempo del Espíritu y del testimonio» (n. 672 b), el «tiempo de la llamada a la conversión mientras Dios da a los hombres todavía el tiempo favorable, el tiempo de salvación» (2 Co 6,2). Es en esta perspectiva, que queremos proyectarnos planteando algunas hipótesis de pastoral post-pandémica. Claramente, no se debe esperar un cambio radical a nivel mundial, las estructuras de exclusión y explotación de las masas pobres y débiles persistirán, así como la destrucción de la capa de ozono y de nuestra casa común, según la bella expresión del papa Francisco (Laudato si’, 13). Sin embargo, para que esta pandemia sea un kairos para nosotros, será urgente iniciar en nuestras comunidades eclesiales determinadas iniciativas de pastoral para la post-pandemia. Sin querer hacer una lista exhaustiva, haremos algunas sugerencias concretas:- Redescubrir y valorizar el sacerdocio bautismal (Lumen Gentium 10): ¿Puede este tiempo de privación de las celebraciones eucarísticas públicas, ser también una oportunidad para redescubrir el sacerdocio bautismal, y por lo tanto la espiritualidad laica por parte del Pueblo de Dios? Se trata de una pastoral donde cada bautizado se convierte en protagonista de la acción pastoral de la Iglesia, una pastoral menos centralizada en la figura del sacerdote: aquí, celebrar la Eucaristía, significa volver a retomar en su familia los gestos eucarísticos de Jesús en el camino de Emaús: leer y explicar la Palabra, partir y bendecir el pan y compartirlo con la familia.
Aquí hay que valorar el protagonismo eclesial: todos a través del bautismo son sacerdotes, profetas y reyes.- Promover una pastoral diferente: menos programática, burocrática, artificial y sacramental, sino más viva, participativa, implicativa, desburocratizada, evangelizadora e inclusiva, más abierta a las preguntas y preocupaciones existenciales de los hombres de este tiempo, es decir una Pastoral hecha de acciones humanas reales y concretas, haciendo de este hombre el camino de la Iglesia según la afirmación de Juan Pablo II en su encíclica programática Redemptoris Hominis del 4 de marzo de 1979: «Este hombre –añadía el primer papa polaco de la historia– es el primer camino que la Iglesia debe recorrer en el cumplimiento de su misión, él es el camino primero y fundamental de la Iglesia, camino trazado por Cristo mismo, vía que inmutablemente conduce a través del misterio de la Encarnación y de la Redención, porque la Iglesia no puede abandonar al hombre, cuya «suerte», es decir, la elección, la llamada, el nacimiento y la muerte, la salvación o la perdición, están tan estrecha e indisolublemente unidas a Cristo».- Experimentar nuevos medios para evangelizar: el sexto continente o las redes sociales. La pandemia nos hizo experimentar las celebraciones religiosas a través de los nuevos medios de comunicación, pero «esto no es la Iglesia». El ideal de la Iglesia estará siempre con el pueblo y los sacramentos.
Este riesgo de vivir la comunión eclesial solo de manera virtual, fue subrayado por el papa Francisco en su homilía en la misa de Santa Marta el pasado 17 de abril. Debemos activar todo el potencial de diálogo e intercambio inherente a estos medios. Las nuevas tecnologías han creado un mundo en el que para personas de generaciones pasadas ha sido muy difícil entrar, pero que para las nuevas generaciones resulta muy fácil entrar y caminar con ellas.Esto a la vez nos presenta un gran desafío. Y es que muchas veces se crea un mundo virtual y dejamos a un lado el mundo real en el cual vivimos; y comenzamos a vivir una realidad muy virtual y no esa realidad del contacto personal, del cual cada día vamos perdiendo más el sentido. Desde mi punto de vista, es un llamado a usar estos medios en beneficio de la evangelización, para así por medio de ellos difundir el mensaje de Jesús. Como Iglesia, debemos tener una presencia más activa en estas redes, no para sustituir ese contacto personal que es muy importante e indispensable para las relaciones humanas e interpersonales, sino para decir al mundo juvenil que nosotros no nos hemos quedado atrás, que vamos caminando con ellos, que la Iglesia da pasos con ellos y que quiere hablar el mismo lenguaje, el lenguaje de Jesús que transmitía su mensaje a todos de una manera directa, con un mensaje claro que llegaba a todos sin distinción alguna.Hay que anunciar el mensaje del evangelio de una manera clara, pero sin dejar a un lado la cultura del encuentro personal, pero tenemos que ser realistas.
Para poder llegar a la gran mayoría de jóvenes hoy, tenemos que buscar la manera de hablar su mismo lenguaje, usar los medios que ellos usan para poder comprenderlos y entrar en su mundo, de una manera progresiva pero acertada. Sí, hemos visto la importancia de las redes sociales para mantener lo que podría salvarse de nuestra vida eclesial: encuentros en todos los niveles de la Iglesia, desde Roma hasta las pequeñas comunidades más remotas de los Andes. Se realizaron encuentros, celebraron eucaristías y acompañamiento espiritual a personas vulnerables e incluso a familias afligidas por la muerte de uno de los suyos, etc. Sí, debemos redescubrir la inmensa utilidad de estos nuevos medios para llevar la Buena Nueva a los confines del mundo, pero debemos privilegiar lo real a lo virtual, el contacto personal y físico con lo virtual.
Es cierto que esta situación no es ideal porque la Iglesia es una comunidad de personas que se reúnen, que se encuentran.Solo un deseo al final de esta breve reflexión: que aprendamos de los errores del pasado y del tiempo de esta pandemia para que el Covid-19 sea para nosotros un momento propicio para emprender de nuevo, una oportunidad de refundación, recreación y renacimiento para prender fuego al mundo con más amor y pasión por la evangelización.
*Sacerdote palotino. Vicario parroquial de Nuestra Señora de las Misiones (San Martín de Porres-Lima). Profesor universitario.El crédito de la foto de portada corresponde a Daniel Hernández, OFM
Medio de comunicación digital líder en informaciones. 12 años evangelizando con las buenas noticias.