Perú Católico, líder en noticias rumbo al Bicentenario de la Independencia. Este artículo es escrito por el Doctor e Historiador José Antonio Benito.

El primer Te Deum por la Independencia del Perú de llevó a cabo, al día siguiente de la proclamación -28 de julio-, por tanto el  día 29. El viajero inglés, capitán Basilio Hall, presente en ese momento, nos relata en su diario: “El día siguiente, domingo 29 de julio, se cantó Te Deum y celebró misa mayor en la catedral, cantada por el arzobispo, seguida de sermón adaptado a la ocasión por un fraile franciscano”. Las circunstancias las registra el célebre documento “Album de Ayacucho” : “reunida en la iglesia Catedral la misma distinguida concurrencia entre un numeroso gentío de todas clases, y con asistencia del Excelentísimo e Ilustrísimo Señor Arzobispo [Bartolomé de las Heras], entonó la música el Te Deum, y celebróse una misa solemne en accion de gracias; y en ella pronunció la correspondiente oración el P. Lector Fr. Jorge Bastante, franciscano”.

Año tras año, hasta 200, el Perú ha sido fiel a la celebración en la que se incluye el sermón de campanillas. No conocemos el texto de los primeros sermones, aunque estamos en su búsqueda, pero sí el del 25 aniversario, pronunciado y publicado posteriormente con eruditas notas por Bartolomé Herrera.

Nacido el 24 de agosto el 1808, en plena guerra napoleónica, de España contra Francia, en el momento de la Independencia cursaba latinidad y  humanidades – lo que hoy se denominan Estudios Generales- en el Colegio del Príncipe; dos años después, en febrero de 1823, se matricula como alumno interno del Convictorio de San Carlos, cuando tenía 15 años de edad. Estudia filosofía, matemáticas y teología, graduándose como maestro en Artes. Inclinado a la Jurisprudencia, acogió la orientación del rector de San Carlos, José Manuel Pedemonte de estudiar primero Teología. Todavía era cursante de teología, y con sólo 18 años de edad, cuando le dieron una cátedra de filosofía, en julio de 1827. Desde esta fecha hasta el año 1831, continuará enseñando filosofía y matemáticas. En 1828 se doctora en Teología en San Marcos. Será rector del Convictorio de San Carlos durante una década (1842-1852). En este tiempo, fue canónigo y chantre de la Iglesia catedral de Lima.  Como señalará en su testamento, los 10 años del Convictorio procura “corresponder con todas mis fuerzas al beneficio de la educación”.

El Presidente Ramón Castilla le propone para pronunciar el sermón en la misa de gracias que debía celebrarse en la Catedral el 28 de Julio de 1846, XXV aniversario de nuestra independencia. Consciente de su tremenda responsabilidad, quiere que sus palabras sean como en todos los “Te Deum” de gratitud, pero también de efectivo compromiso y esperanzada propuesta. Aquí sus palabras:

Bendito sea el Señor, que después de tantas calamidades, nos concede celebrar el vigésimo quinto aniversario de nuestra vida política! El imperio de los incas, a quienes Dios envió a reunir y preparar estos pueblos, para que recibiesen la alta doctrina de Jesús, había llegado al mayor grado de prosperidad y de alentó posible, atendido su aislamiento. Los principios fundamentales, s9obre que Dios ha establecido el orden del mundo moral, eran su legislación. La tierra estaba arada ya y dispuesta para recibir el Evangelio…La unión de los reinos de Fernando e Isabel y la conquista de Granada habían formado una potencia en que brillaba en todo su esplendor la fe de Cristo, libre ya de la sombra musulmana, y cuyo poder crecía cada día. Los reyes a quienes su celo religioso había merecido el título de Católicos eran entonces los más a apropósito para traer la civilización completa, esto es cristiana, a los vasallos de los Incas.

El Perú estaba sediento de la verdad divina: y en España rebosaba “la fuente de agua viva”. En el Perú existían ya las semillas de una guerra de sucesión que amenazaba destruir el imperio; vencedora del aislamiento que la había dominado ocho siglos, se levantaba España ansiosa de propagar su fe y de ensanchar sus dominios. El Perú necesitaba ya el bautismo: España extendía sus brazos vigorosos para recibir en ellos pueblos que ofrecer a la Iglesia…

El valor y el catolicismo de España se lanzaron sobre las Antillas, Tierra Firme, Méjico, el Perú y Chile. Un puñado de valientes bastó para incorporar en la monarquía ya formidable de Carlos, reinos poderosos de América; y para hacer partícipe al género humano de sus riquezas. Disiparon en los millones de hombres que formaban el Perú, esa nube preñada de desgracias que envuelve a la razón más desarrollada, cuando no la ilumina el Verbo de Dios, luz verdadera; destruyeron los altares de los ídolos: dejaron al verdadero Pachacámac dueño soberano del culto que le habían disputado viles criaturas: formaron el nuevo Perú, el Perú español y cristiano cuya independencia celebramos

Que la conquista fuese una violencia reprobada por el derecho, tampoco era verdad muy clara en esos tiempos. Las aterradoras dificultades de la naturaleza, los peligros que tenían que arrostrar, eso sí era claro y en eso consiste lo glorioso de tan colosal empresa.

¡Gloria a los que la acometieron! ¡Gloria a España! Es gloria que se refleja en los instrumentos de los grandes hechos del Altísimo: y la gloria verdadera quede a Dios por haber dotado a la nación española de la inflamada fantasía, del corazón generoso, del firmísimo e incontrastable carácter que era menester para semejante prodigio.

Los Incas cumplieron con la misión de unificar y civilizar a los indios, pero cuando estaban en guerra fratricida llegó España, la depositaria de la fe católica, quien toma al Perú “en sus brazos”.

-Basta tener ojos para saber que el Perú de ahora no es el de los Incas. Las razas que España trajo a habitar en este suelo han formado con la indígena un pueblo nuevo enteramente.

-Tres siglos nos llevó la Madre Patria en sus brazos. Nos aseguró el catolicismo, la unidad de la fe… nos formó como nación.

-Pero una nación es un conjunto de medios ordenados por la Providencia, para que cumpla sus miras con inteligencia y con voluntad propia. Era preciso, pues, que la nación peruana cumpliera de este modo su destino.

El Perú, libre de la autoridad española, permanece siervo del Señor, y sólo en esta servidumbre puede hallar la verdadera libertad”.

Foto del autor de esta sección y artículo: Doctor e historiador José Antonio Benito Rodríguez.

*No olvides de ingresar a este enlace en donde encontrarás todos los personajes que forjaron nuestra independencia: https://perucatolico.com/c/la-iglesia-ante-el-bicentenario/